Se han imaginado muchos ejemplos para familiarizar al público con la idea de que los átomos son muy pequeños:
• Supongamos que pudiéramos marcar las moléculas de un vaso de agua; vertamos entonces el contenido del vaso en el océano y agitemos de forma que las moléculas marcadas se distribuyan uniformemente por los siete mares; si después llenamos un vaso de agua en cualquier parte del océano, encontraremos en él alrededor de un centenar de moléculas marcadas. Lord Kelvin.
• Cualquier persona que haya vivido del orden de 65 años. Imaginad que todos los átomos que hubiera exhalado esa persona a lo largo de su vida se hubieran distribuido por igual por toda la atmósfera. Pues bien, cada vez que tomamos aire, cada uno de nosotros inhalaría aproximadamente unos 50 millones de moléculas de aire de estas. Así que puedes estar orgulloso, porque entre esos átomos se encuentran los respirados por Leonardo da Vinci o Albert Einstein, por ejemplo.
• Cada uno de los átomos que poseemos casi seguro que ha pasado por varias estrellas (de ahí la frase de Sagan que "somos polvo de estrellas") y ha formado parte de millones de organismos. Los átomos, en principio, viven para siempre (si a eso se le puede llamar vivir). Al morir, nuestros átomos se redistribuyen por todo el mundo así que no debería sorprenderte, después de las curiosidades dichas anteriormente, que más de 1000 millones de átomos que nos componen pertenecieran en otro momento a Arquímedes, Newton, Galileo o cualquier personaje histórico que conozcas.
Caleritos en primera línea
Hace 4 años